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domingo, 1 de noviembre de 2015

CARTA DE AMOR DE DOS MUERTES

Carta de amor entre dos muertes

La representación de ayer en Almagro no dejó indiferente al público del Encuentro de Poesía Española. "Par(entes)is. Una carta de amor entre dos muertes", una adaptación teatral de un texto poético del poeta nacido en Fernán Caballero, José Luis Morales, interpretado por la ciudadrealeña Carmen Bermejo y el actor Juanjo Pérez Yuste, con fondo musical de piano en directo a cargo de Pablo Rubén Maldonado.

No quedó indiferente porque, con un aforo casi al completo, su reacción al terminar la función fue de complacencia y reconocimiento con sus aplausos a los intérpretes, pero también al autor del libreto que, en agradecimiento, se vio en la obligación de salir a saludar al escenario.  

José Luis Morales comenta que la adaptación se ha hecho sobre un libro de poemas que escribió hace  veinte años, pero que en realidad era una trilogía de la que se ha escogido el primer libro, porque en el último la amada resucita, vuelve a la vida. Relata el autor que cuando se publicó la obra, la primera carta que recibió fue de Buero Vallejo "dándome el pésame; pero también el fallecido valdepeñero Paco Creis, le dio a mi mujer el pésame por haberse muerto, algo muy absurdo, así que mi mujer insistió para que la resucitara, cosa que hice en el último libro".

Sostiene el poeta que quiso crear un texto desde un punto de vista que no se hubiera tocado todavía, "Todos sufrimos dos muertes. Una precisa, tangible, instantánea: tal día, a tal hora, nos vamos de la vida. Otra es difusa, intangible, entrecortada, y vi que se podía intentar traer a la amada desde la muerte, a través de los objetos cotidianos que ella había manejado (la ropa, el perfume, el escritorio)". En síntesis, continua explicando el autor, "Paréntesis es una carta escrita por un hombre que busca la forma de sortear esa ineludible condición de la existencia, para impedir que su amor también muera dos veces. Es un intento de anular la muerte de la amada, que ya se ha producido antes del comienzo del libro y, a través de sus páginas, el autor va recorriendo los recuerdos que tiene de ella, su boca, su cuerpo, sus labios".

Los espectadores pudieron apreciar como en el escenario la amante muerta se va corporizando, se va haciendo evidente y mezcla su voz con el amante, de manera que cada verso tiene dos o tres entradas de voces distintas. El está en la casa y la va encontrando en todos los objetos y la va notando en las prendas, en los perfumes, en los pañuelos, en todos los objetos que con el paso del tiempo se van deteriorando. El protagonista se da cuenta de que el último lugar donde  la muerte podrá eliminarla es en él  mismo; es decir, en su memoria, cuando él la pierda, ella estará muerta definitivamente. Así que la única posibilidad de trascender a la muerte está en las palabras y la única pervivencia estará en los versos.

De esta manera se llega al desenlace, al último poema, complejo, en el que hay un soneto que los actores recitan juntos al final y en el que descubren que el lugar donde se puede salvar la muerte es en la literatura y, por lo tanto, una vez escrito ese poema ya se ha roto el maleficio de la muerte. Ahí se queda y ahí acaba la obra.

En el montaje se ha estructurado una primera escena en la que se da a entender al público que ella está muerta y, aunque está en escena, se parte de ese concepto para que el espectador lo comprenda. El autor, por supuesto, no la ve. Ella utiliza al pianista como si fuera el amante e interactúa con él. Mientras, el autor está escribiendo una carta para recuperarla y la obra gira en torno a la escritura de esta carta, en verso, para ir rescatando todos esos objetos que le recuerdan a ella.

Las luces juegan también un papel fundamental, siendo frías las que se centran en ella, representan la muerte, y cálidas las de él, que representan la vida. El va arrojando al suelo los poemas porque simulan las hojas muertas de los árboles, la muerte.  Asimismo, la música, interpretada magistralmente por el granadino Pablo Rubén Maldonado, adquiere un protagonismo extraordinario y sorprendente. Acompaña sin estorbar, acelerando los ritmos y ralentizándolos cuando la escena lo requiere. Es un elemento fundamental para la interpretación.

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